El dúo berlinés Monolake (conformado por Robert Henke y Gerard Behles en esa época) lanzó el año 97 un álbum que, en estos días, es considerado un estandarte de la música electrónica. El brillante y sublime Hong Kong, engendrado bajo el alero del seminal sello alemán Chain Reaction, mezcló con una inteligencia y sutileza admirable los beats fríos y clínicos de la escuela del Techno de Detroit y el minimal de Berlín, con gentiles atmósferas y sonidos texturados hasta el infinito en una aproximación a la corriente IDM de mediados de los ’90. Y dieron así origen a uno de los proyectos electrónicos más influyentes, musical y conceptualmente, de las últimas décadas.
Hoy, doce años después de aquel debut y tras la partida de Behles para fundar y dedicarse a la compañía de software musical Ableton Live, Monolake es comandado en solitario por el cerebrito musical de Robert Henke, también desarrollador de Ableton y que está obsesionado con el estudio conceptual del sonido. A la par de artistas sonoros digitales cómo Alva Noto (Carsten Nicolai), Ryoji Ikeda o Ryuichi Sakamoto, el alemán posee una técnica y visión compositiva marcada por las corrientes minimalistas y conceptuales ligadas a la tecnología digital. En Monolake siempre se mantuvo una dirección melódica y etérea en los 90, pero fue mutando hacia un sonido más frío y matemático en la actual década, donde Henke aprovechó de echar a andar su proyecto homónimo en solitario para explorar inquietudes dentro del ambient y el drone.
Es así como luego de grandes discos cómo Cinemascope (2001) y Polygon Cities (2005), Monolake devela su nueva y esperada pieza sonora titulada de manera poderosa y tentadora: Silence. El propio Henke describe así, en su página web, sus inquietudes musicales: “Monolake se trata de complejidad. De Detalles. De la elástica tensión entre los beats en primer plano y los elementos de textura en el fondo”. El silencio, como bien decía el viejo maestro John Cage, no existe propiamente tal. Todo es música. Y en Silence esa parece ser la regla.
Un disco extremadamente cerebral, solo para aquellos con paciencia auditiva y gusto por las ambientaciones y las composiciones experimentales basadas en múltiples capas sonoras. El disco posee ligeros e inteligentes samples extraídos de anuncios de variados aeropuertos, sonidos de una antena de radio en Berlín, goteras de agua en un jardín botánico en Florencia, sistemas de aire acondicionado en Las Vegas, Frankfurt y Tokio; viento en el gran cañón, contestadotas telefónicas de amigos de Henke y grabaciones de trabajos de construcción en un túnel en Suiza, entre otros. Todo esto va magistralmente acariciado y envuelto en finas y transparentes capas de sonido orgánico y lentos beats seudo industriales, finos y metálicos. El disco completo es un magnífico y fluido viaje de frecuencias y ondas auditivas eternas, para escuchar con atención, a gran volumen y con audífonos cada mínimo detalle.
El berlinés lo deja en claro. Hay pocos que manejan el sonido digital y lo conceptualizan como él. Su música es un fiel reflejo de los tiempos en cuanto a experimentación artística y tecnología. Nos regala este nuevo álbum y nos da una lección: el silencio no es más que música.
Hoy, doce años después de aquel debut y tras la partida de Behles para fundar y dedicarse a la compañía de software musical Ableton Live, Monolake es comandado en solitario por el cerebrito musical de Robert Henke, también desarrollador de Ableton y que está obsesionado con el estudio conceptual del sonido. A la par de artistas sonoros digitales cómo Alva Noto (Carsten Nicolai), Ryoji Ikeda o Ryuichi Sakamoto, el alemán posee una técnica y visión compositiva marcada por las corrientes minimalistas y conceptuales ligadas a la tecnología digital. En Monolake siempre se mantuvo una dirección melódica y etérea en los 90, pero fue mutando hacia un sonido más frío y matemático en la actual década, donde Henke aprovechó de echar a andar su proyecto homónimo en solitario para explorar inquietudes dentro del ambient y el drone.
Es así como luego de grandes discos cómo Cinemascope (2001) y Polygon Cities (2005), Monolake devela su nueva y esperada pieza sonora titulada de manera poderosa y tentadora: Silence. El propio Henke describe así, en su página web, sus inquietudes musicales: “Monolake se trata de complejidad. De Detalles. De la elástica tensión entre los beats en primer plano y los elementos de textura en el fondo”. El silencio, como bien decía el viejo maestro John Cage, no existe propiamente tal. Todo es música. Y en Silence esa parece ser la regla.
Un disco extremadamente cerebral, solo para aquellos con paciencia auditiva y gusto por las ambientaciones y las composiciones experimentales basadas en múltiples capas sonoras. El disco posee ligeros e inteligentes samples extraídos de anuncios de variados aeropuertos, sonidos de una antena de radio en Berlín, goteras de agua en un jardín botánico en Florencia, sistemas de aire acondicionado en Las Vegas, Frankfurt y Tokio; viento en el gran cañón, contestadotas telefónicas de amigos de Henke y grabaciones de trabajos de construcción en un túnel en Suiza, entre otros. Todo esto va magistralmente acariciado y envuelto en finas y transparentes capas de sonido orgánico y lentos beats seudo industriales, finos y metálicos. El disco completo es un magnífico y fluido viaje de frecuencias y ondas auditivas eternas, para escuchar con atención, a gran volumen y con audífonos cada mínimo detalle.
El berlinés lo deja en claro. Hay pocos que manejan el sonido digital y lo conceptualizan como él. Su música es un fiel reflejo de los tiempos en cuanto a experimentación artística y tecnología. Nos regala este nuevo álbum y nos da una lección: el silencio no es más que música.